Сила поддержки: зачем нам нужна защита и как её вернуть
Todos nosotros, en lo más profundo, llevamos la necesidad de sentirnos protegidos —física y emocionalmente. Así como necesitamos comida y agua, anhelamos la seguridad que nos da saber que estamos a salvo de cualquier daño. Ya sea acurrucados en casa durante una tormenta o buscando una cara amable en una sala llena de gente, esa sensación de estar protegidos nos reconforta y nos permite relajarnos y disfrutar de la vida.¿Pero qué pasa cuando esta sensación de protección se tambalea? Imagina que, de repente, te quedas encerrado en un cuarto sin salida. De pronto, las paredes parecen acercarse, el aire se vuelve más denso, y cada latido del corazón retumba como una batería en tu pecho. Es un momento intensísimo—una ola de pánico e impotencia te invade. Puedes sentir falta de aire, un deseo desesperado de salir. La mente corre: “¿Y si no puedo salir?” En estos momentos, la necesidad de protección deja de ser un telón de fondo para convertirse en una alarma roja parpadeante.Esa reacción tan intensa cumple una función importante. Tu cuerpo está enviando una señal de alerta: “¡Algo no va bien, arreglemos esto!” Se activan respuestas fisiológicas (como el corazón acelerado y la respiración superficial) y también psicológicas (como la necesidad de seguridad, estabilidad y previsibilidad). Reconocer esto es el primer paso para retomar el control. Cuando estamos atrapados en una situación que no podemos cambiar de inmediato, no se trata de “pelear” contra el pánico, sino de recordarnos suavemente que lo estamos haciendo lo mejor posible y que el pánico, aunque muy incómodo, pasará.Aquí es donde los pasos pequeños y prácticos hacen maravillas. Por ejemplo, concéntrate en aquello que *sí* puedes controlar: respira profundamente y despacio —prueba contar hasta cuatro al inhalar y hasta cuatro al exhalar. Recuérdate: “Ahora mismo estoy a salvo. La ayuda llegará o la situación cambiará”. Intenta anclarte al presente —nombra cinco cosas que puedes ver, cuatro que puedes tocar, tres que puedes oír, dos que puedas oler y una que puedas saborear (si tienes un snack cerca, ¡mejor aún!). Es como jugar al “veo-veo” con tus sentidos, y aunque suene sencillo, puede realmente ayudar a cambiar la mente del pánico a la calma —aunque sea sólo por unos segundos.Reconstruir esa sensación de seguridad devuelve poco a poco tu confianza y te permite tomar control del momento paso a paso. Y recuerda: no estás solo experimentando estas sensaciones. Incluso los más valientes preferirían una puerta abierta (¡y quizá un perro amigable moviendo la cola al otro lado!). Al final, entender y responder a nuestra necesidad de protección no nos hace débiles —nos hace maravillosamente humanos. Cuando honras lo que tu cuerpo y tu mente te piden, te das la oportunidad de sentirte mejor, más seguro y, eventualmente, de recuperar el control. Además, si la risa es el mejor remedio, aquí va un pequeño chiste para tu kit de emergencia: ¿Por qué el espantapájaros sobrevivió al ataque de pánico en el campo de maíz? Porque ¡era sobresaliente incluso cuando las cosas se pusieron un poco “maiz” difíciles!Recuerda, restaurar tu sensación de seguridad es un proceso, y cada paso —por pequeño que sea— ayuda. Cuanto más entiendas tu necesidad de protección, mejor equipado estarás para superar los momentos difíciles, confiar en ti mismo y volver a encontrar la calma. ¡Ánimo, puedes lograrlo!